Sunday, December 18, 2011

"No dudo en ser amigo de mi jugador"


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Se resiste a ser un técnico robot. Manolo Preciado (El Astillero, Cantabria; 1957), el entrenador del Sporting, entiende su trabajo desde la pasión. Le puede la naturalidad y, ante los irreparables reveses (la pérdida en poco tiempo de su esposa, un hijo y su padre), responde con optimismo. Una personalidad que irradia y contagia, que en parte ha cuadruplicado los socios de El Molinón (de 6.000 a 23.000) en seis años, que tiene amigos por doquier, incluso en el vestuario. Se ha casado de nuevo hace poco más de un mes -"en la luna de miel igual vamos a China porque con lo que me gusta conocer gente...", cuenta-, pero ahora vive el presente: aguarda mañana al Madrid.

Pregunta. ¿Cuál es la fórmula para que la gente le quiera tanto?
Respuesta. No lo sé. Intento adaptarme donde estoy y Asturias y Gijón me recibieron muy bien desde el inicio. Lo que tengo claro es que yo voy a dormir tranquilo. Eso me sirve para estar bien conmigo mismo. Pero también estoy seguro de que a muchos no les caigo ni medio bien.
P. Después de los golpetazos que ha sufrido, ¿ha aprendido a relativizar las cosas?
R. Desde luego. A uno le preocupan lo justo. Una derrota deportiva no es lo mismo ahora que hace seis años. Me molesta perder, como a todos. Pero separo las cosas. No me como la cabeza por tonterías. La filosofía es clara: mañana empieza el día de nuevo. Pienso en positivo. Hasta han hecho un libro de mi vida [Mañana saldrá el sol, de Javier Barrio Iglesias y Carlos Andrés Llamas] y otro de los años que llevo en el Sporting ¿Quién mejorará a Preciado?, de Rubén Díaz]. Es una locura. Me abruma. No hice méritos para eso.
P. Sus jugadores no opinarán así. No se les oye criticarle.
R. Alguno habrá, pero eso es algo que sí que me alegra. Mi relación con los futbolistas no es buena, sino excelente. Incluso con los que no juegan. Me siento su amigo, me preocupo por ellos, son la extensión de mi familia. Seguro que me ven más a mí que a sus padres. Por eso, cuando escucho que un técnico no puede ser amigo de sus jugadores, me pongo de mal humor. Es una barbaridad. No entiendo que un chico tenga que ir con mala cara a entrenarse o que me clave un cuchillo a la mínima. Si puedo generar una amistad, no lo dudo un momento.
P. ¿Eso ayuda a superar los malos tragos deportivos?
R. Seguro. Y más en este equipo, que no tiene reposo desde hace tiempo, siempre al límite. Empezamos mal, vamos a remolque y nos reponemos. Aunque eso, en noviembre, no me quita el sueño. Disfruto mucho del trabajo. El miércoles, camino de casa, pensaba en lo contento que estaba por cómo veía a los jugadores, motivados no por medirse al Madrid, sino por la derrota ante el Levante.

P. Pero toca el Madrid.
R. ¡Uf! Un equipo que en su casa te estrangula. Pero fuera le cuesta más. El problema es que es peligroso incluso cuando tienes el balón. Es la pera. Porque da igual dónde lo pierdas o te lo robe. En dos o tres pases ya se ha metido en tu área y te ha rematado, si no te ha marcado. Por eso no se pueden cometer errores groseros contra este equipo; tiene un nivel físico estratosférico, una potencia bestial y una contra que no sabes por dónde te llega. Özil no puede tener la pelota entre las líneas porque, si se pone de cara, estás muerto, ya que Di María y Cristiano corren más que nadie. Y Benzema e Higuaín son fantásticos. Es un equipo muy bueno corriendo para arriba y te hace más daño al contragolpe que estático. Por eso hay que evitar que corra. No es como el Barça, que necesita el toque para expresarse.
P. ¿Cómo se detiene a esa marabunta?
R. A ellos, además, también se les puede hacer daño al contragolpe porque dejan mucha gente arriba, sobre todo cuando juega Marcelo. Pero el partido tiene una sola clave, que es hacer muy bien las vigilancias cuando tengamos el balón. Si nos lo roban, Di María, Cristiano o quien sea tiene que notar el aliento en el cogote. Eso no quiere decir que tengamos que dar patadas; solo, que no lo reciban con comodidad.
P. ¿No ha aprendido el Sporting a defenderse con los años?
R. Mucho. En el primer curso en Primera encajamos 79 goles. Como para bajar a Segunda B sin pasar por Segunda... El año pasado, sin embargo, fuimos los terceros menos goleados. Hemos perdido el miedo a la categoría y a rivales como el Madrid. Quizá, por el peaje del primer año, cuando jugábamos con demasiada alegría, algo necesario en esos momentos en un club que estaba deprimido.
P. ¿Tan mal estaba?
R. Fatal, sí; fatal. Cuando vuelvo la vista atrás, cierro los ojos y los abro de nuevo, alucino colores. Ver cómo ha mejorado Mareo... Si he podido contribuir en algo, es la leche. Es que el club estaba que se caía, en Ley Concursal... Y ahora, la verdad, esto es miel sobre hojuelas.
P. ¿Cobran todos?
R. Sin excepción. Sin retrasos y hasta el último céntimo.
P. Algo anómalo en el fútbol...
R. Ya lo creo. Es una maravilla. Quizá no se gana tanto como en otros sitios, pero se paga. Es un club familiar y feliz. El consejo está formado por cuatro personas: el presidente, que tiene unos 70 años; dos vicepresidentes y dos consejeros que rondan los 80. Hay un director general y un director deportivo. Y... adiós, muy buenas. Así es muy fácil trabajar.
P. ¿Qué le falta al Sporting para dar un paso más?
R. Esto me cuesta polémicas, pero me encantaría que el Oviedo estuviera en Primera. Sería maravilloso para Asturias. Está en una travesía dura, pero es de admirar que en partidos de Segunda B tenga hasta 15.000 aficionados.


P. Los del Sporting tampoco están mal, ¿no?
R. Son los culpables de esto. Siempre están con el equipo pese a que apenas les damos alegrías. Espero que el recibimiento al Madrid y Mourinho sea el más correcto. Evidentemente, habrá alguien que se equivoque o ambiente crispado. Pero en el Bernabéu también nos cantan eso de "¡a Segunda!". Hay que ser civilizados. La disputa con Mourinho, su pregunta y mi respuesta de canalla, pasó a la posteridad. Somos conscientes de que fue un error de ambos y ya está olvidado.

Autor: JORDI QUIXANO.




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