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Se resiste a ser un técnico robot. Manolo Preciado (El
Astillero, Cantabria; 1957), el entrenador del Sporting, entiende su trabajo
desde la pasión. Le puede la naturalidad y, ante los irreparables reveses (la
pérdida en poco tiempo de su esposa, un hijo y su padre), responde con
optimismo. Una personalidad que irradia y contagia, que en parte ha
cuadruplicado los socios de El Molinón (de 6.000 a 23.000) en seis
años, que tiene amigos por doquier, incluso en el vestuario. Se ha casado de
nuevo hace poco más de un mes -"en la luna de miel igual vamos a China
porque con lo que me gusta conocer gente...", cuenta-, pero ahora vive el
presente: aguarda mañana al Madrid.
Pregunta. ¿Cuál es la fórmula para que la gente le
quiera tanto?
Respuesta. No lo sé. Intento adaptarme donde estoy y
Asturias y Gijón me recibieron muy bien desde el inicio. Lo que tengo claro es
que yo voy a dormir tranquilo. Eso me sirve para estar bien conmigo mismo. Pero
también estoy seguro de que a muchos no les caigo ni medio bien.
P. Después de los golpetazos que ha sufrido, ¿ha
aprendido a relativizar las cosas?
R. Desde luego. A uno le preocupan lo justo. Una
derrota deportiva no es lo mismo ahora que hace seis años. Me molesta perder,
como a todos. Pero separo las cosas. No me como la cabeza por tonterías. La
filosofía es clara: mañana empieza el día de nuevo. Pienso en positivo. Hasta
han hecho un libro de mi vida [Mañana saldrá el sol, de Javier Barrio
Iglesias y Carlos Andrés Llamas] y otro de los años que llevo en el Sporting
¿Quién mejorará a Preciado?, de Rubén Díaz]. Es una locura. Me abruma. No
hice méritos para eso.
P. Sus jugadores no opinarán así. No se les oye
criticarle.
R. Alguno habrá, pero eso es algo que sí que me alegra.
Mi relación con los futbolistas no es buena, sino excelente. Incluso con los
que no juegan. Me siento su amigo, me preocupo por ellos, son la extensión de
mi familia. Seguro que me ven más a mí que a sus padres. Por eso, cuando
escucho que un técnico no puede ser amigo de sus jugadores, me pongo de mal
humor. Es una barbaridad. No entiendo que un chico tenga que ir con mala cara a
entrenarse o que me clave un cuchillo a la mínima. Si puedo generar una
amistad, no lo dudo un momento.
P. ¿Eso ayuda a superar los malos tragos deportivos?
R. Seguro. Y más en este equipo, que no tiene reposo
desde hace tiempo, siempre al límite. Empezamos mal, vamos a remolque y nos
reponemos. Aunque eso, en noviembre, no me quita el sueño. Disfruto mucho del
trabajo. El miércoles, camino de casa, pensaba en lo contento que estaba por
cómo veía a los jugadores, motivados no por medirse al Madrid, sino por la
derrota ante el Levante.
P. Pero toca el Madrid.
R. ¡Uf! Un equipo que en su casa te estrangula. Pero
fuera le cuesta más. El problema es que es peligroso incluso cuando tienes el
balón. Es la pera. Porque da igual dónde lo pierdas o te lo robe. En dos o tres
pases ya se ha metido en tu área y te ha rematado, si no te ha marcado. Por eso
no se pueden cometer errores groseros contra este equipo; tiene un nivel físico
estratosférico, una potencia bestial y una contra que no sabes por dónde te
llega. Özil no puede tener la pelota entre las líneas porque, si se pone de
cara, estás muerto, ya que Di María y Cristiano corren más que nadie. Y Benzema
e Higuaín son fantásticos. Es un equipo muy bueno corriendo para arriba y te
hace más daño al contragolpe que estático. Por eso hay que evitar que corra. No
es como el Barça, que necesita el toque para expresarse.
P. ¿Cómo se detiene a esa marabunta?
R. A ellos, además, también se les puede hacer daño al
contragolpe porque dejan mucha gente arriba, sobre todo cuando juega Marcelo.
Pero el partido tiene una sola clave, que es hacer muy bien las vigilancias
cuando tengamos el balón. Si nos lo roban, Di María, Cristiano o quien sea
tiene que notar el aliento en el cogote. Eso no quiere decir que tengamos que
dar patadas; solo, que no lo reciban con comodidad.
P. ¿No ha aprendido el Sporting a defenderse con los
años?
R. Mucho. En el primer curso en Primera encajamos 79
goles. Como para bajar a Segunda B sin pasar por Segunda... El año pasado, sin
embargo, fuimos los terceros menos goleados. Hemos perdido el miedo a la
categoría y a rivales como el Madrid. Quizá, por el peaje del primer año,
cuando jugábamos con demasiada alegría, algo necesario en esos momentos en un
club que estaba deprimido.
P. ¿Tan mal estaba?
R. Fatal, sí; fatal. Cuando vuelvo la vista atrás,
cierro los ojos y los abro de nuevo, alucino colores. Ver cómo ha mejorado
Mareo... Si he podido contribuir en algo, es la leche. Es que el club estaba
que se caía, en Ley Concursal... Y ahora, la verdad, esto es miel sobre
hojuelas.
P. ¿Cobran todos?
R. Sin excepción. Sin retrasos y hasta el último
céntimo.
P. Algo anómalo en el fútbol...
R. Ya lo creo. Es una maravilla. Quizá no se gana tanto
como en otros sitios, pero se paga. Es un club familiar y feliz. El consejo
está formado por cuatro personas: el presidente, que tiene unos 70 años; dos
vicepresidentes y dos consejeros que rondan los 80. Hay un director general y
un director deportivo. Y... adiós, muy buenas. Así es muy fácil trabajar.
P. ¿Qué le falta al Sporting para dar un paso más?
R. Esto me cuesta polémicas, pero me encantaría que el
Oviedo estuviera en Primera. Sería maravilloso para Asturias. Está en una
travesía dura, pero es de admirar que en partidos de Segunda B tenga hasta
15.000 aficionados.
P. Los del Sporting tampoco están mal, ¿no?
R. Son los culpables de esto. Siempre están con el
equipo pese a que apenas les damos alegrías. Espero que el recibimiento al
Madrid y Mourinho sea el más correcto. Evidentemente, habrá alguien que se
equivoque o ambiente crispado. Pero en el Bernabéu también nos cantan eso de
"¡a Segunda!". Hay que ser civilizados. La disputa con Mourinho, su
pregunta y mi respuesta de canalla, pasó a la posteridad. Somos conscientes de
que fue un error de ambos y ya está olvidado.
Autor: JORDI QUIXANO.
Fuente: www.elpais.com
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